Y llegamos al final… y cuando suelo reunirme con amigos, en un momento
muy sentido, muy vívido, cuando suelo dar una charla o un taller con oyentes
que participan del programa que conduzco cada madrugada, hay una historia que
la elijo, y la vuelvo a elegir, y la sigo eligiendo siempre, como forma de
despedirnos, y te la quiero contar, te la quiero regalar, te la quiero dejar
como despedida de este encuentro, y... para siempre, para las veces que quieras
escucharla en tu vida, como forma de reencontrarte conmigo, o como forma de
compartir, esta historia, con los demás, por sentir lo que yo siento cada vez
que la cuento..
“Y
dicen… que cierta vez, en un pequeño pueblo, con casas agradables, con gente
que vivía con un buen trabajo, con un buen pasar, con un buen estar, había un
anciano, que vivía solo en las afueras de esa comarca, y que solía transitar
las calles observando los rostros de las personas que vivían allí, y este
anciano no se explicaba porque a pesar de que hubiera trabajo, y salud, y
familias constituidas, los ojos de las personas no brillaban con la felicidad
que proviene del corazón, cuando éste esta pleno, cierta vez, el anciano decidió
entonces, recorrer casa por casa de aquel poblado e invitarlos a todos, a un lugar en las afueras, determinado día y a
determinada hora, este hombre era muy querido por las personas que vivían allí,
muy respetado por todos, así que todos y cada uno de ellos asistieron a la
cita, era un atardecer precioso, como si el anciano lo hubiera elegido, como si
lo hubiera sentido o presentido antes de que ese momento llegara, el lugar era
un verde prado, rodeado por árboles, y cuando todos fueron llegando se fueron
ubicando alrededor de aquel viejo, y llegado el momento el hombre empezó a
armar una, una fogata es decir tomo ramas,
y de una forma muy extraña comenzó a entrelazarlas, y una vez que la hubo
armado completamente, la encendió, y cuando la fogata encendió en su plenitud,
el hombre empezó a decir unas palabras, extrañas, que nadie, nadie de aquel
lugar entendió, cuentan que esta era una ceremonia que se realizaba en la
tierra y que no había sido reeditada de hacia cientos y cientos de años, y que
dios extrañaba mucho esta situación, y que dios ansiaba que este ritual
volviera a repetirse alguna vez en la tierra porque era un ritual en honor a él,
y dicen entonces que dios se alegró tanto por ésta situación, por ésta fogata
que el anciano encendió, y por éstas palabras que fueron dichas, que les concedió
a todos los que estaban allí, el deseo que mas quisieran en sus corazones, pero
no un deseo material, un deseo sobre el otro, sino un deseo que tuviera que ver
con la plenitud interior, y así sucedió, y al año siguiente, el anciano volvió
a convocarlos a todos, y de nuevo armó la fogata de esta manera extraña
entrelazando las ramas y de nuevo una que las encendió plenamente, comenzó a
decir aquellas palabras que de nuevo nadie entendió, y también de nuevo, dios, regocijado,
porque esta ceremonia volvía a realizarse en la tierra, como él lo había deseado, nuevamente les concedió
lo que mas quisieran en sus corazones, para el estado de plenitud interior. Y cierta
vez fue, que pasado el tiempo, aquel
anciano, falleció, y cuando llegó el día y la hora, en que año tras año, habían
reeditado este ritual, las personas de
aquel pueblo se reunieron en honor a aquel anciano, en el mismo lugar, y de la
misma forma, y comenzaron a tomar unas ramas y comenzaron a entrelazarlas de la
misma forma que el anciano lo hacia, y las encendieron pero cuando llegó el
momento de decir las palabras, claro.. ninguno las conocía, ninguno las sabia, así
que entonces pensaron, y decidieron tomarse de las manos, y alrededor de la
fogata cantar todos una canción, claro,
dios vio la fogata, pero no escuchó las palabras, pero premió la intención de
aquellas personas, y nuevamente les concedió el deseo que mas quisieran en sus
corazones, y los años fueron pasando, y los pueblos como son los pueblos, los
muchachos emigraron hacia las grandes ciudades, y esta tradición se fue
perdiendo nuevamente en la tierra… y aquí estamos nosotros, nosotros si, vos y
yo, que en realidad no sabemos como se
llamaba aquella fogata, ni tampoco conocemos las palabras, pero esta historia
cuenta, que dios extraña tanto esa situación, que dios siente tanto la falta de
este ritual, que cuando alguna persona como yo, cuenta esta historia con tanto
cariño, con tanta dedicación, y cuando otra como vos, la escucha con tanta
atención, y con tanta ternura, entonces a pesar de que no armemos la fogata, a
pesar de que no sepamos las palabras, igualmente dios, les concede a quien la
cuenta y a quien la escucha el deseo que mas quieran en sus corazones, que así
sea y gracias por estar.. “
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Una historia de despedida
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